Comunicación

¿Hablando se entiende la gente?

¿Hablando se entiende la gente?

¿Hablando se entiende la gente?

Eso es lo que dicen, que hablando se entiende la gente, pero a menudo no es así.

¿Te has encontrado alguna vez con esta situación? Comienzas una conversación y al cabo de un rato te das cuenta de que no tienes opción de decir palabra, como mucho, algún monosílabo que otro, mientras que “el otro”, no para.

Hablar sin pausa implica la ausencia de escucha. Y aquí es donde la conversación se convierte en un monólogo y la comunicación deja de existir. Es literalmente imposible que quien habla llegue a averiguar cuáles son tus intereses. Y si no coinciden con los suyos, ¿cuál es el sentido de ese diálogo monólogo?

¡Cuán distinto sería nuestro discurso (y entiéndase aquí: nuestra conversación, exposición, argumentación…) si escuchásemos más y habláramos menos!

Una conversación, al igual que una conferencia, presentación o cualquier otro formato que nos interese, será efectivo sólo si tenemos en cuenta las necesidades e inquietudes de aquellos a los que nos dirigimos. Y esto difícilmente lo sabremos a no ser que les escuchemos.

Pero siento decirte que esa no es la tónica general.  Unas veces por hablar en exceso y otras porque, aunque oigamos, no escuchamos lo que en realidad nos quieren decir. ¿Alguna vez te has descubierto a ti mismo no prestando atención a quien te habla, y  estar pensando en lo que tu quieres decir?

Porque no es lo mismo oír que escuchar, aunque habitualmente utilicemos estas dos expresiones de manera indistinta. Y esto genera cantidad de conflictos, malentendidos, interpretaciones sesgadas, y distanciamiento entre las personas.

Oír lo hace el ser humano y otros muchos animales, ya que por nuestras características biológicas tenemos capacidad de oír sonidos, en diferentes rangos de frecuencias. Por ejemplo, los perros y gatos son capaces de escuchar un rango más amplio de vibraciones que el ser humano y los delfines o murciélagos son quien lo tiene más amplio.

Sin embargo, escuchar es un fenómeno diferente en el que además de oír, interpretamos.

Interpretamos las palabras, por supuesto, aunque no siempre esto coincide con lo que quien las emite pretende hacernos llegar. Y también los silencios. La interpretación que hagamos dependerá de nuestra historia, nuestras creencias y expectativas (de esto hablaremos en otro post), y también de otros factores de percepción que no son exclusivamente el auditivo:

  • Gestos faciales
  • Movimientos
  • Contacto visual
  • Voz
  • Postura
  • Respiración

Todo ello será percibido por nuestros diferentes sentidos y si no es coherente con nuestras palabras, nuestro mensaje automáticamente perderá fuerza.

Un ejemplo: Podemos encontrarnos con que la sonrisa de nuestro interlocutor no parece muy genuina. Si te fijas en la foto de la cabecera, verás a Laurel y Hardy, también conocidos como El Gordo y el Flaco, famosos cómicos de los años 20 y 30 del siglo pasado. Hardy, el gordito, tiene una sonrisa real, sentida (también llamada de Duchenne), mientras que Laurel tiene una sonrisa fingida, no emocional. La diferencia entre una y otra, además de que una es natural y la otra no, es que cuando sonreímos de verdad porque sentimos alegría, se activa de forma involuntaria el músculo orbicular de los ojos, mientras que cuando forzamos la sonrisa, esto no ocurre. Y quien lo ve, a veces inconscientemente, lo percibe.

Estos datos llegan hasta nuestro oyente/audiencia e influyen aumentando o disminuyendo, según como sea percibida, la veracidad de nuestras palabras.

Otro ejemplo: ¿Qué ocurre cuando la persona con la que estamos hablando no nos mira a los ojos, sino a cualquier otra parte? Pues que difícilmente confiaremos en ella.

Por eso es muy importante ser natural, hablar con pasión, y que nuestros gestos sean coherentes con el mensaje que queremos transmitir: todo ello será “escuchado” (es decir, interpretado) por nuestro interlocutor o nuestra audiencia.

Como decía Nietzsche:

“Se puede mentir con la boca, pero la expresión que acompaña a las palabras dice la verdad”.

Imagino que en este periodo navideño vas a hablar mucho con tus allegados. Casi seguro será de una manera muy diferente a otros años, pero sea cual sea el medio que utilices para hablar con ellos, presta atención a cómo se desarrollan las conversaciones en tu entorno (¿o son más bien monólogos?) y haz lo posible por conectar de la mejor manera con cada persona que hables.

Publicado por Marina L. en Comunicación